Tarjeta Alimentar, destacada por la ONU como «buena práctica» para combatir el hambre – Antonio Araque

«Fue una de las respuestas del gobierno para contener el aumento de los niveles de pobreza en las poblaciones más vulnerables garantizando el acceso a los alimentos», reportó el sitio Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y destacó la rapidez con la que el Gobierno identificó la «necesidad urgente de desarrollar una respuesta efectiva»

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) destacó la Tarjeta Alimentar del Ministerio de Desarrollo Social argentino como «buena práctica» gubernamental para avanzar en el objetivo de poner fin a la pobreza, combatir el hambre, garantizar la seguridad alimentaria y reducir las desigualdades.

El reconocimiento fue publicado en el sitio Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) del organismo internacional, donde también se reconoció el impacto positivo de esa política en el marco de la crisis por la pandemia.

La publicación sostuvo que «Argentina atravesaba una crisis social, con altos niveles de pobreza, que se agravó con la pandemia del Covid-19 y sus consecuencias en términos de pérdida de empleo e ingresos».

«La Tarjeta Alimentar fue una de las respuestas del gobierno para contener el aumento de los niveles de pobreza en las poblaciones más vulnerables garantizando el acceso a los alimentos», reportó el sitio y destacó la rapidez con la que el Gobierno identificó la «necesidad urgente de desarrollar una respuesta efectiva».

El ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, sostuvo que «esta política pública, que busca mejorar la calidad nutricional, comenzó antes de la pandemia, pero frente a esta segunda ola de contagios adquiere una importancia vital».

«La transferencia de dinero que se realiza vía la Tarjeta Alimentar no sólo permite mejorar la nutrición con la compra de alimentos frescos, también promueve el compre local y genera una inyección de dinero en el sector de alimentos, que motoriza la economía», destacó el ministro.

Nadie puede estar en contra teniendo en cuenta la situación dramática que vive nuestro pueblo. Con niveles de pobreza y desigualdad catastróficos y más familias sin sustento, que los hogares tengan una tarjeta para comprar alimentos es algo. Un consuelo frente a tanta malaria, sobre todo para los que venimos reclamando un shock de inversión social frente a los que se inclinan ante la ortodoxia que exige el dios mercado.

Viendo, además, como Colombia se desangra ante un gobierno que masacra a su pueblo y pretende aplicar un impuesto sobre los alimentos a los hambreados, no podemos desconocer la sensibilidad del gobierno argentino y agradecer que no tenemos en nuestra patria un Iván Duque como Presidente.

Empecemos por lo bueno: Finalmente, el gabinete económico definió romper el chanchito que parecía reservado exclusivamente para el FMI, mientras en la Argentina crece la pobreza y la desigualdad.

Bien. Gran decisión.

El problema? se decidió aplicar los recursos a una política sin mala intención y la decisión está guiada por sentimientos nobles, pero carga un enorme desconocimiento de la realidad, un temor reverencial a los formadores de opinión, una confianza infantil en los formadores de precios, una enorme desvalorización de los trabajadores, una enorme sobrevaloración de los tecnócratas y una adicción inocultable a los focus groups.

Nadie tiene la receta para resolver las injusticias sociales que padece la Argentina, pero hay algo seguro: masificar el asistencialismo no es el camino.

Es absolutamente cierto que la Tarjeta Alimentar ayuda a millones de familias a comprar alimentos, pero paradójicamente no es una política alimentaria sino una política insuficiente e inconsistente de transferencia condicionada de ingresos para familias pobres. Una política que, paradójicamente no funciona para combatir las situaciones más graves de malnutrición infantil que afectan a una importante cantidad de niños argentinos que habitan en contextos rurales o en familias completamente rotas. Tampoco alcanza a los grupos más vulnerados como los pueblos originarios, las comunidades campesinas y las personas en situación de calle.

La Tarjeta Alimentar tampoco es un buen mecanismo para fomentar la demanda agregada como polea de la reactivación económica. Su diseño promueve el consumo de alimentos industrializados que se producen en empresas monopólicas y se venden en grandes cadenas de comercialización, perjudicando a los pequeños comercios barriales y economías locales. Todo esto sucede, además, en un contexto en el que, pese al ajuste fiscal vigente, no se ha logrado controlar la inflación cuyo principal rubro son, precisamente, los alimentos. Ni que hablar de los «vivos» de siempre que cobran con sobreprecio a las personas que compran con la tarjeta.

Opino que contra el hambre, la pobreza y la indigencia hay una sola salida: trabajo, obviamente remunerado y, con derechos laborales. Precisamente porque los que luchan por trabajo, es que los grandes medios, ciertos sectores empresarios y gran parte de la política buscan instalar constantemente lo contrario: que son los vagos, los choriplaneros, los pobristas. Allá ellos. Tengo en claro que se proponga y propague el trabajo y tal vez algún día se los escuche porque, aunque no hay una receta mágica, conozco y vivencio de cerca del padecimiento de la realidad de los sectores populares.

Toda la inversión social tiene que estar pensada en función de crear trabajo dentro de las difíciles condiciones que para ello impone el marco de la globalización tecnocrática vigente. Sea cual sea esa propuesta: LA SALIDA ES EL TRABAJO

Informo: Antonio Araque para @identidadplay

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